23 de diciembre de 2009

Nobby Stiles, terror británico en el cesped



Quienes seguimos con interés los avatares del fútbol internacional de los años 60 y principios de los 70 tenemos bien grabado el nombre de Nobby Stiles; si se trata de hablar de arte futbolístico salta a la vista que aparecen otros nombres: Pelé, Beckenbauer, Johan Cruyff, Tostao, Rivelino, Brindisi, Gianni Rivera o Luis Suárez, entre muchos otros, figurarían en el Olimpo de los dioses del balón, y si nos centramos en los paisanos del propio Stiles, aparecerían nombres míticos como Bobby Charlton, Bobby Moore, George Best o Dennis Law, casi todos ellos, por cierto, compañeros suyos en el Manchester United.

Pero Stiles es un caso único, pues consiguió la nada frecuente hazaña de ganar un Mundial con su selección (1966) y una Copa de Europa de Campeones de Liga (1968) con su club, los reds de Manchester, sin que destacara por una técnica exquisita, un juego de cabeza importante, cierta habilidad para el gol ni capacidad alguna para echarse al equipo a la espalda. Lo que Nobby Stiles sabía hacer, y por eso contó siempre con la confianza de un seleccionador de la talla de Sir Alf Ramsey y fue titular en un Manchester campeón, era repartir estopa, marcar al hombre y emplear en la defensa de los intereses del equipo que lo alineaba todo tipo de artimañas legales o ilegales. Su gran valedor fue Matts Busby, el forjador del Manchester United, un hombre que sobrevivió a la tragedia del equipo, que en 1958 vio como el vuelo 609 de la BEA que llevaba a la expedición del mismo de Munich a Londres se estrellaba contra una casa de la capital alemana, falleciendo 8 jugadores y obligando a Busby, gravemente herido en el accidente, a reconstruir el equipo casi desde cero. Busby, al ser preguntado por la fama de violento de Stiles afirmó: "¿Nobby Stiles un jugador sucio? De ninguna manera. Jamás ha lesionado a nadie. Eso sí, reconozco que ha asustado a unos cuantos".

Nobby Stiles tenía una característica propia que le hacía aún más temido: en un choque con otro jugador había perdido parte de su dentadura, algo que acabó utilizando como argucia frente a sus rivales, saliendo a jugar sin la dentadura postiza, lo que hacía que su aspecto, con los dientes mellados, fuera si cabe más feroz. Fue célebre su marcaje a Esuebio en la semifinal del Mundial de 1966 que enfrentó a Inglaterra con Portugal; el delantero nacido en Mozambique estaba siendo la gran estrella del campeonato y el defensa inglés empleó todo su repertorio para frenar a la célebre "pantera negra", lo que consiguió plenamente, como lo demuestra la victoria de la selección inglesa por 2-1 y lo describe perfectamente Rubén Uría en su excelente blog futbolístico: "Stiles le secó utilizando todo su repertorio. Unas veces le golpeaba en los costados, otras le cuerpeaba y en la mayoría de los balones fuera del área, le pegaba en los tobillos. Su fútbol, tosco, primitivo, cavernario y casi violento, terminó por apagar la estrella de Eusebio, y con Stiles campando a sus anchas, Portugal cayó ante Inglaterra, que se plantó en la finalísima de su Mundial.." En la célebre final de Wembley frente a Alemania Stiles volvió a cumplir su misión de barrer con la escoba lo que se le ponía por delante, permitiendo que al mando de un formidable Bobby Charlton Inglaterra se hiciera con la "Jules Rimet".

Dos años después el concurso del leñador Stiles fue nuevamente pieza importante para que su Manchester ganara por vez primera la Copa de Europa, imponiéndose en la Final al Benfica por 4-1. Ya en semifinales los rojos habían eliminado al Real Madrid de Amancio, Pirri, Velázquez y Gento, mientras que en la Final, celebrada también en Wembley, los de Manchester no tuvieron piedad del Benfica, por entonces el mejor equipo de Portugal. Stiles supo cubrir la zona defensiva de su equipo, mientras dos jugadores de técnica exquisita como Bobby Charlton y Georges Best se encargaban de dirigir un ataque que fue demoledor.

Stiles fue durante más de una década el hombre más odiado del fútbol mundial, fue llamado el "Drácula inglés", "Nosferatu" y mil apodos peyorativos más, algo que por cierto cuadraba con el oficio de su padre, encargado de una funeraria en un barrio obrero de Manchester, pero lo que está claro es que su juego sirvió para que Inglaterra obtuviera su única Copa del Mundo y el Manchester su primera Copa de Europa.



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